Es frecuente ver en las aulas de clase y en los hogares que
los niños aborrecen la lectura. El uso de aparatos electrónicos, acompañado de
un mal ejemplo de lectura hace que los jóvenes se desapeguen de los libros. Pero,
no quiero que se entienda que el uso de las nuevas tecnologías ha causado esto,
sino es el mal manejo que se le ha dado. En mi experiencia como docente he
podido darme cuenta que un buen uso de las herramientas tecnológicas hace que
los estudiantes aprecien aún más las intrigantes historias. Este pequeño
artículo no es una guía, ni quiero entrar a ser un experto en el tema, solo
quiero mostrar una bella experiencia que se puede replicar en el aula de clase
o en un hogar.
Me encontraba en la misma situación que muchos docentes y
padres de familia al tratar de hacer que un niño leyera al menos una página de
un libro sin distraerse o sin evadir esta tarea. Me sentía, como docente de
literatura, impotente y fracasado, pero, al encontrar la solución en los mismos
libros, decidí llevar la literatura un paso más adelante.
Comprendí que enseñar literatura a un niño que no quiere
leer no es un problema tanto de ellos, sino de los padres de familia y de los
mismos docentes. La enseñanza y el sistema educativo es el menor de los
intereses que tienen los políticos, por esto, en las aulas abundan docentes
enseñando literatura sin ser profesionales en este campo. Son docentes de otras
áreas que no conocen de este tema. A partir de ahí, un niño siente esa misma
apatía del docente hacia los libros, lo cual se replica en toda su vida, dando
como resultado una persona que no leerá más que periódicos y revistas.
- Puedes ver: Educando a criminales
Enseñar literatura a un niño que no quiere leer no es una
tarea imposible. En cierta ocasión, empecé mi clase contando una historia de
Edgar Alán Poe a mis estudiantes. Primero, les pedí a ellos que guardaran todos
sus útiles escolares, se apartaran de ellos y olvidaran sus tareas. Incluso,
les resalté que no habría evaluación ni examen sobre el cuento. Solo que se
relajaran y escucharan. Muchos de ellos, por su efusividad y falta de control
disciplinario, quisieron tomar la clase de relajo. Sin embargo, logré
contenerlos y mantener el orden.
Antes de comenzar con la narración oral del cuento El
Corazón Delator, hice algunas preguntas sobre la relación del título con lo que
podría suceder. Esto podría llamarse prolepsis y es una estrategia utilizada
por muchos escritores para mantener el vilo del lector. Luego comencé a narrar
el cuento El Corazón Delator. Lo hice de forma pausada, no apresurándome para
llegar al final. Mientras narraba, empecé a hacer preguntas. En un aula de
clase siempre habrá estudiantes que preguntan demasiado. Este aspecto hay que
saberlo manejar muy bien, porque es un factor de ayuda. Al hacer las preguntas,
pude mantener la expectativa en todos los demás. Realicé preguntas simples,
nada complejo, con respuestas inmediatas, para no perder el interés de todos
ellos. Finalmente, llegué hasta el final del cuento. Momento por el cual
pregunté por el resumen de la historia.
De esta experiencia es importante tener en cuenta lo
siguiente:
- Una historia intrigante como el Corazón Delator atrae el interés de cualquier estudiante.
- El uso de preguntas antes, durante y al final del cuento permite mantener la intriga y el interés.
- Para atraer un niño hacia la literatura hay que hacerlo sin presiones. Se evalúa su comportamiento en el momento de escuchar y no su comprensión de la historia. No podemos pretender evaluar este aspecto si el estudiante nunca ha leído un libro en su totalidad. Primero hay que hacer que lo lea sin obligaciones.
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