Anton Pávlovich Chejov (1860-1904)


Escritor, dramaturgo y principalmente médico, Anton Chejov fue un maestro en el arte de la escritura de cuentos, reconocido como un personaje emblema de la literatura universal. Haciéndolo en sus inicios por beneficio económico, desarrolló tal pasión por las letras que transformó el concepto tradicional del cuento, introduciendo el uso de monólogos, que sin intención moralizante, revelaban una faceta de la sociedad que pocos conocían, o mejor, reconocían: los defectos de una cultura temerosa, inculta o paródica.

Sus aspiraciones literarias provenían desde su juventud, donde, tras años de escuchar historias maravillosas de los labios de su madre y tras una recesión económica, inició con la escritura y publicación de cuentos bajo el nombre de Antosha Chejonté. Seudónimo bajo el que publicó varios relatos con un amplio reconocimiento social, y un legado que hasta hoy se desconoce en su magnitud.
Con un ingenio y conciencia social inmensa, Chejov se extendió de los cuentos cortos a la composición de obras teatrales, en la que fue reconocido por la naturalidad que asumían sus personajes, de alguna forma rompía la barrera de identificación entre público y actor, para envolverlos dentro de un ambiente con personajes cotidianos.

Falleció por tuberculosis, se recuerda de él, principalmente, su cuentería. Tendencia reconocida, también, por tratar con personajes de las clases bajas en un gobierno zarista, y dentro de una tradición literaria moralista. Para quien se acerca a las obras de Chejov, se representa, desde los propios ojos de su pueblo las vivencias más tradicionales de su cultura, llevando a los ojos del lector un mundo desconocido, en minucias para su aproximación al mismo.  Se puede decir que a través de sus personajes (artísticos o literarios) se veía la vida  por medio de sus palabras.
Afortunadamente su reconocimiento nacional comenzó durante su periodo de vida, pero Chejov fue valorado internacionalmente solo hace, casi, cien años, después de la Primera Guerra Mundial. Esto se dio gracias a las invasiones a países por parte de angloparlantes, quienes permitieron sus primeras traducciones al inglés por medio de la editorial Constance Garnett.

Las obras chejovianas marcaron un favoritismo inmenso en Inglaterra, donde le brindaron el primer reconocimiento universal, y desde donde, hasta hoy día, se ha seguido multiplicando la admiración y reconocimiento mundial por su relatos breves.

Sin ser muy extensos sus cuentos, trasladan al lector a un universo del cual él no está ajeno, y en el cual él comprende sus propias vivencias. Hoy día se reconoce su obra como legado histórico, gracias a la sencillez de sus relatos.

Desafortunadamente, no muchas personas le reconocen como un autor universal, pero el legado dejado por sus manos ha sido tan enriquecedor que autores posteriores han imitado ciertas técnicas a favor de  su ingenio, tales como los monólogos empleados por James Joyce en su obras; o las técnicas que Arthur Miller y Tennessee Williams semejan en sus escritos.  

Chejov es un excelente personaje sobre quién leer relatos y disfrutar de los mismo se convierte en un pasatiempo relajante, y casi adictivo.

PORQUE POCAS PALABRAS DICEN MUCHO, ¡CONOCE AL MAESTRO DEL RELATO CORTO RUSO!

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