Escritor, dramaturgo y
principalmente médico, Anton Chejov fue un maestro en el arte de la escritura
de cuentos, reconocido como un personaje emblema de la literatura universal.
Haciéndolo en sus inicios por beneficio económico, desarrolló tal pasión por
las letras que transformó el concepto tradicional del cuento, introduciendo el
uso de monólogos, que sin intención moralizante, revelaban una faceta de la
sociedad que pocos conocían, o mejor, reconocían: los defectos de una cultura
temerosa, inculta o paródica.
Sus aspiraciones literarias
provenían desde su juventud, donde, tras años de escuchar historias
maravillosas de los labios de su madre y tras una recesión económica, inició
con la escritura y publicación de cuentos bajo el nombre de Antosha Chejonté.
Seudónimo bajo el que publicó varios relatos con un amplio reconocimiento
social, y un legado que hasta hoy se desconoce en su magnitud.
Con un ingenio y conciencia
social inmensa, Chejov se extendió de los cuentos cortos a la composición de
obras teatrales, en la que fue reconocido por la naturalidad que asumían sus
personajes, de alguna forma rompía la barrera de identificación entre público y
actor, para envolverlos dentro de un ambiente con personajes cotidianos.
Falleció por tuberculosis, se
recuerda de él, principalmente, su cuentería. Tendencia reconocida, también,
por tratar con personajes de las clases bajas en un gobierno zarista, y dentro
de una tradición literaria moralista. Para quien se acerca a las obras de
Chejov, se representa, desde los propios ojos de su pueblo las vivencias más
tradicionales de su cultura, llevando a los ojos del lector un mundo
desconocido, en minucias para su aproximación al mismo. Se puede decir que a través de sus personajes
(artísticos o literarios) se veía la vida por medio de sus palabras.
Afortunadamente su reconocimiento
nacional comenzó durante su periodo de vida, pero Chejov fue valorado
internacionalmente solo hace, casi, cien años, después de la Primera Guerra
Mundial. Esto se dio gracias a las invasiones a países por parte de
angloparlantes, quienes permitieron sus primeras traducciones al inglés por
medio de la editorial Constance Garnett.
Las obras chejovianas marcaron un
favoritismo inmenso en Inglaterra, donde le brindaron el primer reconocimiento
universal, y desde donde, hasta hoy día, se ha seguido multiplicando la admiración
y reconocimiento mundial por su relatos breves.
Sin ser muy extensos sus cuentos,
trasladan al lector a un universo del cual él no está ajeno, y en el cual él comprende
sus propias vivencias. Hoy día se reconoce su obra como legado histórico,
gracias a la sencillez de sus relatos.
Desafortunadamente, no muchas
personas le reconocen como un autor universal, pero el legado dejado por sus
manos ha sido tan enriquecedor que autores posteriores han imitado ciertas
técnicas a favor de su ingenio, tales
como los monólogos empleados por James Joyce en su obras; o las técnicas que
Arthur Miller y Tennessee Williams semejan en sus escritos.
Chejov es un excelente personaje
sobre quién leer relatos y disfrutar de los mismo se convierte en un pasatiempo
relajante, y casi adictivo.
PORQUE POCAS PALABRAS
DICEN MUCHO, ¡CONOCE AL MAESTRO DEL RELATO CORTO RUSO!
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