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Inteligencia emocional |
La inteligencia emocional es la capacidad que tiene una persona para controlar sus emociones y expresarlas adecuadamente en el momento indicado.
La educación emocional, por lo tanto, es la estrategia o la forma
en la que un docente, un padre de familia o un adulto, mediante acciones y
ejemplos, hace que el niño y el estudiante pueda expresar adecuadamente sus
emociones en los tiempos correctos y enfatizo en el tiempo, porque es necesario
sacar la frustración que se siente al tener una pérdida, pero esta
exteriorización no es conveniente hacerla en situaciones sociales. La
inteligencia emocional se fomenta desde el hogar y desde la escuela. En el
hogar, los padres enseñan a sus hijos a tener límites y en la escuela descubren
esos límites.
La educación emocional en el hogar
Los padres deben enseñar a los
hijos que todo tiene un límite y que su comportamiento debe estar regido por
unas normas sociales, que hacen que todos podamos vivir tranquilamente. Sin estas
normas, todos estaríamos en peligro; están hechas para regular el
comportamiento disruptivo de aquellos que no logran controlarse.
En el hogar es necesario que los
padres pongan límites, para que el niño reconozca cuando sus emociones
sobrepasan las normas y lo permitido. Los límites se imponen desde lo racional,
lógico, ético y moral de la sociedad. No excederse en los límites. Es necesario
establecer qué está permitido y qué no. No se puede, por ejemplo, impedir que
el niño juegue con un perro, porque a los padres no les gustan las mascotas.
La educación emocional es el
primer paso para fomentar la inteligencia emocional, por lo tanto, no podemos
pensar en que un niño controla sus emociones si no le hemos enseñado a hacerlo.
Los límites son la primera parte de la educación emocional. Así como también lo
es enseñar al niño a expresar sus emociones de forma adecuada y no hay mejor
forma de hacerlo que con un discurso directo y claro. Por ejemplo, cuando un
niño llora está expresando una emoción; lo hace con el llanto, porque no ha
aprendido a hacerlo con las palabras. Es necesario que los padres de familia,
cuando un niño llora, le pregunten de forma suave ¿Qué tienes? Si el sigue llorando,
se debe ignorar ese comportamiento y cuando hable adecuadamente, se le pone
atención a sus palabras.
La educación emocional en la escuela
Si bien es cierto que la
educación comienza en casa, también lo es que en la escuela se refuerza esta
educación. Si el niño es noble, con buenos modales y un comportamiento
ejemplar, en la escuela seguirá siéndolo, pero si es todo lo contrario, en la
escuela podrá terminar siendo un criminal. Por lo tanto, es deber del docente
reforzar los límites.
La educación emocional para
fomentar la inteligencia emocional comienza cuando el docente enseña al estudiante
a controlar el estrés, la frustración y la tristeza. En un ambiente educativo
es común que el estudiante se estrese por las labores y trabajos que debe
realizar y entregar, y en muchas ocasiones, este estrés genera un mal
comportamiento. La frustración es lo más común en el estudiante, debido a las
posibilidades de perder una asignatura.
Hace unos años, di clases a niños
de cuarto de primaria. Había un estudiante muy aplicado, el cual siempre sacaba
excelentes notas, debido a la exigencia de sus padres, los cuales le obligaban
a estudiar en sus tiempos libres y entregar notas altas o de lo contrario lo
reprendían. En una ocasión, evalué el uso de las tildes y él tuvo algunos
errores, por lo que su nota no fue la mejor. Cuando recibió el examen
calificado, empezó a llorar. Ahí noté que aquel niño podía ser inteligente en
el manejo de conceptos técnicos y científicos, pero carecía de la inteligencia
emocional, porque no supo controlar su frustración, ni mucho menos saber cuándo
debía expresarla. Los padres habían cometido un error; su exigencia académica
impidió que el niño desarrollara su inteligencia emocional.
En un caso así, el docente debe
impedir, primero, que los demás niños se burlen; segundo, distraer la situación,
es decir, continuar con la clase, sin apartar al estudiante; luego, en un momento
libre, hablar con él, indicándole que en la vida no siempre se gana. Hay que
enseñarle a perder. Y no hay mejor forma que prevenirlo ante situaciones
futuras.
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