Enseñar Literatura |
Uno de los contextos más
difíciles para enseñar literatura es en las escuelas, especialmente, en escuelas
públicas, donde los recursos son limitados. Diferente a enseñar literatura en
la universidad, donde el estudiante está en la clase porque desea estarlo. La literatura
debe ser entendida como una forma de entretenimiento y no como una asignatura
aburrida y obligatoria que se imparte en los centros educativos. El éxito de la
enseñanza está lo anterior. La literatura nació como un medio de
entretenimiento y fue considerada así durante milenios. Parte del
aborrecimiento de la sociedad actual hacia los libros es por culpa de malos
docentes que hacen ver la literatura como obligación, en la que se deben leer
obras no aptas que no se adecuan a la edad del lector.
La literatura como entretenimiento
Como mencionamos, la literatura
se creó como una forma de entretenimiento. Milenios atrás, mucho antes de la
escritura, los viajeros contaban sus historias en los asentamientos que
encontraban. Las personas se acercaban para escucharlos. así sucedió en la Edad
Media, cuando existían personas de dedicadas a esta profesión, la de contar
historias. En el siglo XVIII, el libro adquirió mucha notoriedad; tanta que
incluso se consideraba la lectura como una adicción de los jóvenes, en la que
se debía actuar para que el joven no se concentrara tanto en el libro y dejara
de lado su vida. Por lo tanto, no se puede enseñar
literatura si no se tiene en cuenta que esta es una forma de entretenimiento. Se
lee porque se tiene gusto y pasión y no simplemente es una obligación.
Leer según la edad
Otro gran error de los docentes y
de los padres es pretender que un niño de diez años tiene que leer novelas
complejas porque estas son canónicas o universales. No importa si es un libro
de un escritor actual o una obra de un premio Nobel; lo que importa es que el
libro se ajusta a la edad y a los intereses del lector. Es decir, un niño de
diez prefiere obras de mucha fantasía, mientras que un adulto prefiere obras
que representan más cercanamente la realidad.
No obligar y sí persistir
Es bien cierto que en un salón de
clases, el 90 por ciento de los estudiante no quiere, no desea ni siente
curiosidad por la lectura. Si ellos leen, es más por el compromiso con una nota
que por el mismo deseo de hacerlo. En una escuela pública, carente de unos
buenos libros, el docente se ve limitado y obligado a imponer lecturas que
estén a la mano y estas no resultan ser del agrado para el estudiante. Con la
llegada del internet, es posible descargar sin cometer un delito, obras
universales libres de derechos de autor. Pero, el docente debe saber que una
obra puede ser preferida por un grupo de estudiantes y odiada por otros. Por lo
tanto es conveniente saber elegir una obra adecuada o permitir que el
estudiante escoja libremente su lectura.
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